jueves, 31 de marzo de 2016

Por el Regreso de los Hijos de la Tierra


Como si estuviera sobre un cascarón.
Esa fue mi sensación durante todo el tiempo que permanecí en aquella ciudad.
Se han olvidado de la Madre.
Esa fue mi afirmación que será eterna.
Como si antes de ellos no hubiera existido nada.
Ese es el espíritu que habita aquello.

Y la Madre grita desesperada por si alguien la escucha. 
Necesita reconciliarse con el Hijo.
Pero el Hijo no escucha porque se sabe grande y por ello se cree eterno.

El agua me contaba el relato porque era lo único que no habían podido lapidar bajo la gran mole de hormigón, hierro y acero.

El Hijo tiene vida propia y se nutre de todos los que en él habitan porque muchos de ellos le han convertido en su madre. Muchos de ellos están allí porque en su momento tuvieron que abandonar su Tierra, a su Madre. 
Y aquella tierra, que es el Hijo, se ha convertido en Madre de muchos al mismo tiempo.
Pero como sabemos eso no debería ser. 
Es un gran desorden del Amor que tiene consecuencias para todos.

Y los excluidos. 
Aquellos a los que hubo que "eliminar" para que el Hijo se hiciera grande. 
Y casi nadie recuerda a los excluidos.

Aquella tierra es un Gran Desorden. 
Diría que la representación máxima de tal. 
Es el desequilibrio que tantos disfrutan y del que muy pocos son conscientes.

Y mientras, la Madre llora. 
Necesita Amor. 
El  Amor del Hijo. 
El Amor de sus Hijos.

Y yo rezo por aquel lugar. 
Y por el regreso de los Hijos de la Tierra.

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